Un día normal. O dos.

Hoy ha sido un día normal.

Esta mañana fui a la peluquería, (por cierto, sin pensar como otras veces que es un gasto superfluo), pasé por el súper a por un par de cosas, desayuné fuera un poco a disgusto porque hacía frío (qué frío ha hecho hoy!). Llamé a mi madre a ver qué tal estaba y me fui a casa, a recoger el desorden de estos últimos días, y a dar un repaso al piso, que por la tarde llegaba una buena amiga a pasar el fin de semana. Tender la lavadora que había dejado puesta, regar las plantas (desde cuándo no las había regado?).

Ayer también fue un día normal.

Hacer recados, estar en casa y pensar el menú para la comida familiar que haré en mi casa del día de Reyes. Y… LA GRAN DECISIÓN:

Yo: Este fin de semana tendré invitada en casa, y la semana que viene me voy varios días fuera, así que, teniendo en cuenta que el lunes será fin de año y los supermercados estarán a tope… lo más razonable sería hacer la compra hoy para tenerlo todo listo el día de Reyes.

Yo: pero… ¿tener en casa queso, embutido, turrones, bombones, helado, mantecados? ¿Más de una semana antes del día de la comida? NOOO. Me recuerdo que:

  • No puedo tener tentaciones en casa
  • Si compro dulces me los comeré… no podré resistir.
  • Lo más probable es que me coma parte de la cuña de queso… y los mantecados? seguro que comeré, y los Ferrero Rocher, recuerda lo que pasó la última vez… y el helado?
  • Si no lo haces hoy… sabes que lo acabarás haciendo, son demasiados días… estarás sola, no eres capaz… piensa en lo que ha pasado las últimas veces… tantas veces…

Yo: ¿porqué tengo que vivir con éstos diálogos? quiero ir a comprar hoy, quiero dejarlo hecho y olvidarme, estoy tan cansada de no ser libre. Ves? Ves como necesitabas la terapia que acabas de empezar? esto no es vida, no merezco ésto!!

 

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Finalmente… sí, fui al súper, compré todo lo que necesitaba, llegué a casa, lo guardé todo y me senté en la cocina a escribir en el blog. Las 19h… las 20h, las 21h… consciente de que toda esa comida estaba a mi espalda, accesible, disponible, pero sin pensar en ello, sin angustia, sin pulsión… inerte, no reactiva.

Ahora mismo estoy escribiendo y allí sigue todo… inofensivo y callado. Silencio.

Qué liberación. Que cosa tan pequeña, tan insignificante, pero qué grande para mi.

Un día normal, dos días normales.

¿Me entendéis? ¿Os suena lo que os cuento?