Pequeñas victorias improvisadas

O como un bocadillo de queso acabó siendo una ensalada con lomo a la plancha. Suena bastante kitsch pero es justamente lo que me ha pasado hoy. Transcribo el diálogo interno tal cual.

Situación: un día cualquiera, jornada laboral, dan las 14h, hora de comer, no me traje tupper. Me pongo el abrigo, cojo el bolso y llamo al ascensor.

Yo: Esta mañana me apeteció queso… ¿qué tal si comes un bocadillo de queso con un café? No pasa nada, hemos quedado que cero restricciones…

Yo: No pasa nada, es cierto, pero no habíamos quedado en eso… Podrías comer algo de lo que tienes en la oficina.

Yo: Ya, pero me apetece queso. Esta noche ceno acompañada, me portaré bien… Y total por un bocadillo…

Llega el ascensor.

Yo: Puedes comerlo, claro… pero son los nutrientes que quieres? es eso coherente con lo que quieres para ti? con lo que estás trabajando? Además… te generará desorden, no te aporta nada.

Yo: …. (ruido de pensar)

Planta cero. Salgo a la calle.

Yo: bueno, creo que ya lo hemos decidido, no?

Yo: …. (ruido de pensar)

Entro al restaurante, me acerco a la barra, una cara sonriente espera mi comanda.

Yo: buenas! una ensalada con lomo a la plancha y agua fría, gracias!

Yo: (ha desaparecido)

Me siento en la mesa, estoy satisfecha, dueña de la situación.

Yo: No te enfades, lo hago por nosotras! Habíamos quedado en esto, cuido de nosotras, además, lo vas a disfrutar! Ya lo verás! Estaremos bien! Ya llega… notas qué bien huele! Apaga el móvil, disfruta.

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Pequeños pasos, pequeñas victorias improvisadas.