Logros personales

A menudo ni nosotros mismos sabemos de qué somos capaces, y nos escudamos en etiquetas que nos ponemos, o nos ponen: «soy así…» «yo no puedo…» «me da miedo…» «no valgo para…»

Llamémoslo miedo a lo desconocido, zona de confort o creencias limitadoras.

A veces hay que dejar atrás las excusas, y tomar como referencia nuestra propia historia para recopilar las herramientas que en su día nos hicieron alcanzar logros de los que nos sentimos orgullosos…

priscilla-du-preez-unsplash

En mi caso, mi relación con la comida ha sido uno de mis talones de Aquiles, como otros tantos. Si pude superar éstos… ¿porqué no habría de lograrlo con la alimentación y el estilo de vida?

Si pienso en la incertidumbre del camino de recuperación, en las recaídas, en lo que leo, en las terapias, en los testimonios que voy conociendo… me desanimo, no lo niego. Pero no quiero dejarme llevar. Quiero pensar que esto es como cuando estudiaba y llegaba el momento de matricularte en la asignatura hueso, llena de temor, y acababas cogiéndole hasta el gusto.

Estos días pensaba de dónde coger fuerzas e inspiración interna, y se vinieron 3 logros de los que me siento orgullosa:

  • Marzo 2011: Dejé de fumar
  • Julio 2016: Aprendí a nadar
  • Marzo 2018: Empecé la ortodoncia

Dejar de fumar

Parecía imposible… Empecé a fumar tontamente (por hacerme la mayor) en la adolescencia. Luego en la universidad, entre clases, seguí fumando. Mi pareja también fumaba, así que fueron pasando los años y me planté en los 30 queriendo dejarlo y sin poder. Tuve un par de intentos, y conseguí aguantar 4 meses, pero volví.

Hasta 2011, cuando dejé de fumar por un resfriado y hasta ahí. Nunca más. Reconozco que la Ley Anti-tabaco fue una gran ayuda, pues me limitaba para fumar en uno de los momentos que más lo disfrutaba, el café. Pasé un par de meses añorando mucho, sobretodo, el gesto de encender el cigarro cuando echaba el azúcar al café, hasta la mano se me iba sola hasta dónde debía estar la cajetilla.

Mi meta era poco ambiciosa, ir sumando días. Hasta que se rompió el hábito. Se desintegró la conexión. Fin. Así acabó todo. Ya no forma parte de mi vida.

Aprender a nadar

Creo que a los 8 o 10 decidí que yo no era capaz de nadar, tuve un par de sustos (un par de chapoteos) y decidí (inconscientemente?) que era incapaz y el agua no era para mi. No consentí que me apuntaran a piscina. Y renuncié, sin ni siquiera intentarlo.

A los 35 años, en plena crisis vital, mientras me bañaba (estática) en la playa decidí que hasta aquí, que iba a probar a aprender. Al día siguiente ya estaba apuntada a un curso. Por primera vez ofertaban cursos de iniciación para adultos en la piscina más cercana a mi casa, en horario totalmente compatible.

En un mes, con tesón y un monitor extraordinariamente motivador (Lluis!) estaba nadando… y me encantaba! Me apunté a más cursos, un trimestre, otro… todo el año, y nunca olvidaré la sensación al nadar al verano siguiente en una paradisíaca playa de Cerdeña!

Cada vez que me digo «me voy a la piscina a nadar» me siento satisfecha, orgullosa, y sorprendida: «soy yo, sé nadar!».

Empezar la ortodoncia

Desde niña tengo los dientes algo apiñados, y con el paso de los años, y la aparición de las muelas del juicio, la cosa se agravó. Como no me suponía un complejo, me parecía molesto, largo, antiestético y caro, nunca pensé en invertir en esa mejora para mi. Lo consideraba algo superfluo.

Cuando aparecieron molestias por el apiñamiento, ya habían aparecido los aparatos invisibles y removibles… lo pensé, pero dos cosas hicieron que lo dejara pasar: no confiaba en tener la constancia suficiente para llevarlos continuamente las horas necesarias y eran demasiado caros para lo que soportaba mi economía familiar. Impensable ese gasto en mi.

Hasta que… cambié de vida, cambiaron las prioridades y me decidí! Pronto hará un año, y en unos meses acabaré el tratamiento.

 

No importa lo imposible que parezca, día a día, pequeñas metas, personas que aparecen, ayudas, pruebas y errores, seguirlo intentando… hasta que llega el día que se ha producido, sin saber cómo, el cambio. Y listo, descubres otra dimensión, otra realidad tan tuya ahora como ajena te pareció antes.

Si no se logra, que no sea por no intentarlo. ¿Y a vosotros, de cuáles de vuestros logros podéis extraer una enseñanza poderosa para el proceso de recuperación?

Photo by Priscilla du Preez on Unsplash