En la penúltima sesión con mi psicóloga me preguntó si en los últimos meses en los que se me había agravado el Trastorno por Atracón me había dejado de alguna manera.
Respondí rápidamente que no, por supuesto que no! pero, pensando unos instantes reconocí que sí. Reflexionando y siendo sincera sí me he dejado sin darme cuenta.
Me explico: he continuado cuidando mi pelo (me identifico mucho con mi melena rizada), también mi piel, pintándome a diario, arreglándome las uñas… (todo lo hago yo misma en casa, desde teñir las canas a un esmaltado de uñas semipermante. Sencillo y resultón. Pim pam!).
Pero la ropa… ayyy, la ropa… No me había dado cuenta que inconscientemente había desterrado una serie de prendas del armario. Nunca he sido extremadamente coqueta en el vestir, pero siempre me ha gustado ir arreglada a la oficina: tacones, vestidos, vaqueros ajustados, blusas estampadas, americanas… Pero desde hace meses ni miro esa parte del armario, es como que no existe, no está, «no soy yo».
Es objetivamente cierto que algunas prendas ya no me sientan bien después de haber subido peso este año, pero la gran mayoría sí me las puedo poner. El tema no está en la talla, está en mi. Ya no siento que me identifica, de algún, modo me lo he auto-prohibido, sin ser consciente, no sé porqué. Hasta que mi psicóloga no me hizo la pregunta no me di cuenta.
A medida que se desataban los atracones, los «pantalón + jersey + botas» han ido colonizando mis días de diario. Ya no me apetecía lucir piernas, vestir colores, combinar, jugar con la ropa. Ha habido semanas que con 2 vaqueros y 5 jerseys me he apañado.
Odio decirlo pero pensándolo también influyó que en un par o tres de ocasiones me arreglé esperando un reconocimiento que no obtuve. En ambos casos estrené un vestido con la alegría de sorprender a alguien, pero no tuve respuesta, no hubo reconocimiento. Y el fantasma del «aunque la mona se vista de seda» que tanto me repitió mi padre en la adolescencia volvió a tocar los hilos, a remover, a incomodar… y a hacer mella.
Mi psicóloga me hizo reflexionar sobre el efecto que tenía en mi usar vestidos. El efecto en mi autoestima, en mi forma de exponerme al mundo e incluso el efecto sobre mi Trastorno por Atracón. Total, que me dije, se acabó! Por fin organicé el cajón de las medias que estaba tal cual se quedó el invierno pasado (además de un poco desordenado), y pasé revista a los vestidos. Y llevo ya dos semanas «obligándome» a vestirlos.
Parece una bobada, pero te ves, te ven y te sientes diferente. La sensación de las medias, de la tela en el cuerpo, de verte diferente… de tener piernas! Es curioso como con pequeños cambios se logran notables diferencias!
Photo by Andrej Lisakov on Unsplash
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