Ayer murió a los 85 años el icónico diseñador de coleta blanca, trajes oscuros, mitones de piel y gafas de sol, Karl Lagerfeld.
Alemán polifacético, diseñador, ilustrador y fotógrafo, su visión para los negocios y su ego lograron resucitar comercialmente a Chanel, marca que dirigió desde 1983.
Además de su innegable faceta profesional, se hizo famoso por sus excentricidades, como su gatita Choupette con dos cuidadores a su servicio, mimada hasta el ridículo, o beber siete Coca Cola Light cada día.
Su ingenio irreverente también era parte del personaje. Amante de polémicas, tuvo comentarios desagradables sobre todo tipo de causas: consideraba «muy feos» a los rusos, «estar harto» del movimiento MeToo, «odiar» a los niños, calificar de «estúpidas, tóxicas y sórdidas» a algunas modelos, de «provinciano» a Yves Saint Laurent, de «físicamente repulsivo» a Andy Warhol o «tonta» a Diana de Gales.
«Quizá todo esto suene políticamente incorrecto y superficial. Pero el problema con la corrección política es que uno se aburre».
Al margen de todo esto, quería comentar aquí el debate que en varios momentos de su vida generó en torno a la cuestión del peso, tanto la delgadez propia como la que fomentaba en el mundo de la moda.
La metamorfosis de Karl Lagerfeld
A finales del año 2000, a los 60 años, decidió someterse a una estricta dieta a base de verduras verdes y suplementos alimenticios con la que perdió 42 kilos en 13 meses, no por razones físicas o emocionales sino, como él mismo reconoció, para poder embutirse en los estrechísimos trajes que de aquellas diseñaba el modisto Hedi Slimane para Dior Homme.
En una columna para el The Telegraph en 2004 el propio Lagerfeld contaba toda una vida de subidas y bajadas de peso, así como su decisión de adelgazar cuando decidió que ya no era feliz con su físico.
Creo que, tanto para las mujeres como para los hombres, la moda es la motivación más saludable para perder peso. No es una buena idea esperar hasta que esté enfermo o infeliz para comenzar una dieta.
Estar a dieta debido a la ropa es una razón superficial; no hay obligación y nada en tu vida depende de ello, aparte de tu guardarropa. Si tienes sentido del humor, puedes burlarte de ti mismo. Debes tratarlo como un desafío sin importancia y tendrás éxito, porque no es realmente importante. No tienes que perder peso, quieres hacerlo. Tienes que darte órdenes como si fueras un joven recluta del ejército. Tienes que ser tu propio oficial y decirle al soldado lo que quieres de él: cómo debe comportarse, lo que debe hacer. Puede molestarle, pero no tiene otra opción.
En realidad, tampoco estaba cediendo a un impulso narcisista. Era hora de un cambio, eso era todo. Para mi credibilidad profesional, fue bueno poder demostrar que soy capaz de crear transformaciones, no solo con mis diseños sino también en mi propia apariencia. Las botas, las camisas, los pantalones negros, toda la «armadura», representaban una especie de camuflaje. Funcionó perfectamente y viví muy bien con esos atuendos, o más bien detrás de ellos. Las gafas oscuras, el abanico, eran como una pared entre el mundo y yo.
Si la ropa muy suelta vuelve a estar de moda, puedo volver a engordar, pero por el momento no quiero. Trabajo mejor que nunca y nunca me canso. Duermo siete horas sin perturbaciones y sin pastillas. Los resultados de mi dieta son lo suficientemente gratificantes como para haber emprendido este viaje. Puede haber sido largo, pero me ha llevado a donde quería estar, a donde nunca me atreví a esperar que pudiera regresar.
El debate sobre la delgadez de las modelos
Tanto en entrevistas como en su libro ‘Le monde selon Karl’ (El mundo según Karl) ha sido ofensivo (y hasta agresivo) con las personas obesas. De la cantante Adele dijo que estaba «un poco demasiado gorda» y a la modelo Heidi Klum que no la consideraba modelo de pasarela, por ser demasiado pesada y tener el pecho muy grande.
Incluso ha llegado a ser denunciado por algunas asociaciones por declaraciones difamatorias y discriminatorias: como que las personas con sobrepeso no encajan en sus desfiles, que aunque no se elija ser gordo, un poco de disciplina alimentaria aliviaría a la seguridad social, que sus modelos son chicas «delgadísimas» pero no «pobres niñas anoréxicas», que nunca ha conocido a ninguna y que solo el 1% de la población tiene problemas de anorexia, mientras el 25% de las mujeres adultas sufre sobrepeso.
“Nadie tiene ganas de ver a mujeres gordas sobre las pasarelas. Son las mujeres gordas sentadas con su paquete de patatas ante la televisión las que dicen que las modelos delgadas son repugnantes. La moda es sueño e ilusión”.
Declaraciones terribles, inaceptables por sí mismas y por lo devastadoras que pueden ser para los adolescentes o personas frágiles que lo escuchen. Y muy tristes en la figura de un modisto famoso por vestir a la mujer, pero ¿a qué mujer? no creo a la que representa a la mayoría de las mujeres, perfectas en nuestra belleza aunque no sea la de una modelo de revista.
Esta falta de delicadeza antes la no delgadez da que pensar respecto a cómo se veía a sí mismo tanto en los años que estuvo subido de peso como en los de extrema delgadez, envuelto en fingida elegancia y sofisticación.
Persona o personaje, la cuestión es que no aprovechó su elevada posición en el mundo de la moda para embellecer a todas las mujeres, sino que únicamente contribuyó a alimentar ese canon envenenado del que todavía luchamos por desembarazarnos. DEP.
Photos by KARL LAGERFELD and EFE.
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